El surgimiento de las comunidades tecnológicas inicia en el año 2014 a partir de la difusión del “movimiento Maker”, que promovía temas que iban desde la fabricación digital, la electrónica, hasta la creación y hacking de elementos propios de la vida diaria.
Una de las vertientes más sobresalientes que han tenido estas comunidades son aquellas enfocadas en promover la integración de las mujeres en el campo de la tecnología donde todavía representan un sector minoritario.
En América Latina y el Caribe, las mujeres representan 45.2 por ciento de las personas que hacen investigación y tecnología, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
En Estados Unidos la disparidad es aún mayor, pues las mujeres constituyen menos de 20 por ciento de los trabajos tecnológicos, a pesar de que conforman más de la mitad de la fuerza de trabajo de dicho país, de acuerdo con información compilada por la compañía Evia.
Para Grisel Ancona Martínez, ingeniera de software y directora de la organización Women Who Code Mérida, las comunidades tecnológicas orientadas a mujeres buscan promover el interés de la población femenina en dicha área, así como su desarrollo profesional.
Dirigir una comunidad puede ser complicado —describió— y más aún mantenerla, por lo que un aspecto fundamental es establecer alianzas con otras comunidades para apoyarse en su mutuo crecimiento.
¿Qué necesitas para integrarte a una comunidad tecnológica?
El principal consejo de Ana Loyo Páez para los integrantes de las comunidades tecnológicas es perder el miedo a ser visto, pues algo que ha aprendido a lo largo de su trayectoria es la importancia de las relaciones públicas.
“Yo no tenía la dimensión de la importancia de las relaciones públicas hasta que comencé a trabajar en una revista de tecnología que se llama Software Guru. Yo trabajé con ellos como editora de contenidos, entonces empecé a relacionarme con mucha gente del área de tecnología y me di cuenta de la importancia de tener amistades y de poder tener la confianza de pedir a alguien que asista a tu evento, que te patrocine. Es tener la confianza y sobre todo, hacerlo, aventarse”.
Ana Luz Loyo Páez, fundadora de la comunidad Temachtiani.Para Ana Loyo, las comunidades permiten acercarte a herramientas de fácil acceso, a través de las cuales los nuevos usuarios pueden enamorarse de la tecnología, pero es necesario también estudiar y aprender las bases.
“En programación es algo que sucede mucho, hay muchas malas prácticas de programación y el software finalmente funciona, pero cuando haces el code review te das cuenta que hay muchos errores básicos. Entonces viene una reinversión y una pérdida de tiempo que me parece va a ser muy importante para las empresas en un futuro. Sí es importante que se integren y que se apoyen de las comunidades, pero si de verdad quieren ser buenos en esto, sí tienen que estudiar y aprender las bases”.
María Fernanda Bojórquez, desarrolladora de iOS y Android en la compañía Handy, describe que la tecnología no es un campo difícil para una mujer, de acuerdo con su propia experiencia, pero las dificultades se presentan en mayor medida en la comunidad que las rodea.
“En mi situación de trabajo, empecé siendo la primera mujer que desarrollaba y nunca me sentí mal o que me estuvieran ‘tirando a loco’ solo porque soy mujer. Veo que ahí hay un avance en la mentalidad de mis compañeros y me imagino que influye en la mentalidad de otros, es una chica que viene a programar igual que nosotros, a colaborar y hacer el trabajo igual”.
“La recompensa no es económica, pero si haces un buen networking, empiezas a conocer empresas y a gente que es talentosa y que te puede impulsar a ser un líder de una comunidad”, agrega Grisel Ancona