A escala real, se imprimen en el país piezas que permiten tomar decisiones más acertadas antes de una operación. La limitación: el alto costo.
No es nuevo. La impresión 3D llegó a los tratamientos médicos en la Argentina hace algunos años. Diferentes profesionales de la salud señalan a Infobae que fue entre 2012 y 2014, cuando comenzaron a hacer las primeras pruebas en casos de alta complejidad. Hoy, esta tecnología comienza a pisar más fuerte.
Prótesis y órganos completos, o partes a estudiar o intervenir, a escala real, son fabricados en impresoras 3D. Es innovación, aun, en medicina y forma parte de la cuarta revolución industrial que refiere a la unión y convivencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas.
En el país, el sector público y privado en el ámbito de la salud está sumando impresión 3D, especialmente, desarrollando biomodelos. Son piezas que replican a escala real determinado órgano o parte de éste para ser usado en diferentes tratamientos médicos.
En tratamientos contra el cáncer
“En los primeros modelos, estereolitográficos -conocidos como SLA- o a través de la imagen de tomografía, tomábamos la imagen, y a través de un software, se llevaba a una impresora 3D. Se imprimía, por ejemplo, adónde estaba el tumor en una mandíbula”, explica a Infobae Roque Adan, jefe del servicio de Cabeza y Cuello del Instituto de Oncología Ángel H. Roffo.
¿Cómo evolucionó entonces esta tecnología? Responde: “Lo que se hace ahora es lo que se llama planificación virtual que no solo brinda los modelos, sino que se pueden hacer guías de corte. Se planifica la cirugía a través de la computadora y una vez que está toda la planificación, se lleva a la impresora”.
Estas planificaciones las realizan empresas, señala Adán. Asegura también que la razón por la cual no es común usar hoy la impresión 3D en diferentes tratamientos es el alto costo que representa.
“Es un problema, pero la idea es que la cirugía se planifique antes de llevarla al paciente para evitar cualquier tipo de errores o complicaciones que pudieran suceder”, dice Adán.
Continúa: “Entonces, ahorra mucho tiempo porque ya sabes el camino que tenes que tomar y eventualmente podes evitar problemas. Y se ahorra mucho tiempo en el quirófano”.
Adán explica que cada empresa “tiene sus números”. E insiste en que el costo que tiene la tecnología es superado por el costo que puede tener una complicación. “Eso significaría más tiempo del paciente internado, más tiempo de quirófano”, añade.
En el Instituto Roffo se trabaja con impresión 3D en diferentes tipos de tumores. Con frecuencia, es usada en pacientes con cáncer en cabeza y cuello, para casos de alta complejidad.
Biomodelos: pasos a seguir
El procedimiento del trabajo con impresión 3D en tratamientos médicos podría entonces funcionar así: primero se le debe tomar una tomografía computada de la zona a intervenir o tratar al paciente. Luego se enviará al ingeniero biomédico que a través de un software realizará la planificación tridimensional para volcar todos los datos en la impresora.
“Se imprime con distintos tipos de materiales. De acuerdo a lo que imprima, el médico lo aplica a la parte académica, educacional, o se aplica en una cirugía de banco, es decir, se realiza una planificación de la cirugía que se va a desarrollar. O se aplica, en nuestro caso, en una etapa reconstructiva, para reconstruir algún órgano o elemento que necesite el paciente reconstruirse”, señala Adan.
En hospitales públicos es equidad
La Dra Ana Karina Patane, Jefa de la unidad Cirugía-Endoscopia del Hospital de Rehabilitación Respiratoria María Ferrer, explica que hace dos años comenzaron a trabajar con impresión 3D, por una propuesta de médicos del Hospital Muñiz.
Se aplicó en una patología específica que se llama estenosis traqueal (una estrechez de la tráquea que dificulta o impide la respiración”.
“Es aplicable para muchas otras patologías pero en particular, nosotros tenemos muchos volúmenes de pacientes con esta enfermedad”, dice Patane a Infobae.
Respecto del primer caso que incluyó impresión 3D en el tratamiento, explica: “Fue de una chiquita que sufrió un ahorcamiento a los 9 años, por un accidente con una hamaca y como consecuencia de ello quedó con dos estenosis traqueales. La conocí a los 21 años y venía siendo tratada con colocación de prótesis endotraqueales”.